
El silencio era insoportable, los asientos lo eran más, trataba de dormir sin éxito y se replanteó por un segundo por qué estaba haciendo eso? Se acordó lo que era fluir,como lo vio la primera vez y como jugaban con la nieve en la Av. Corrientes.
El viaje terminó. Levantó la vista y buscaba algo familiar, sentado en un rincón sin que lo vieran, ahí estaba. Se apresuró a pesar de sentirse un aparato, de estar cansada y muy poco linda. No había imaginado el momento así. Tenía que estar divina, rodearlo con tus brazos y besarlo con pasión y desespero, levantar la pierna como una serie de los 60´. Pero no fue así.
Llegó, lo vio y todo lo que le había contado el se hizo carne. Se besaron efimeramente, se volvieron a mirar. No podía creer que lo veía enfrente con una gran sonrisa y empezaron a caminar. Al sentir su mano cálida se despertó, se dio cuenta donde estaba y ahí si se frenó en el medio de la terminal y lo beso sin querer parar de sentir su cuerpo caliente, de degustar la humedad de sus besos, de morder sus labios . Ahí se dio cuenta que había llegado y que había estado bien.
Pero era raro, era normal, tanto había esperado el momento y se sentía a gusto, no era algo épico ni trascendental, sino una cotideaneidad hermosa, un ratito encantador que se repetía todos los días, los besos, las palabras, el que le oliera el pelo y soplara la cara, el comer juntos y que acomodara sus anteojos, pero había algo que ambos esperaban y ansiaban, que había demorado tanto tiempo y seguía pareciendo lejano.
Luego de apasionantes besos y manoseos en el taxi llegaron al hogar donde la atmósfera campestre y el aroma familiar saturó sus sentidos. Entró al cuarto y otra vez se hizo real algo que había imaginado, vio con agrado todo y no pudo dejar de sonreír en su interior.
Otra vez su imaginación se equivocó, no fue una tormenta de pasión, sino un sentirse cómoda, relajarse en la cama y con el nerviosismo de la primera vez dejarse llevar, dejar de ser la señorita educada e insegura que lo había enamorado. Al verlo desnudo su semblante cambio, también su postura, no le importaba su primera desnudez, sino que se sentía sexy, hermosa, segura encima de el. Reclamo lo suyo, marco el ritmo y territorio, le dio excelentes muestras de placer, lo rasguño y guió su mano donde a ella le gustaba, le trazo el mapa de su cuerpo, le mostró que la hacía sentir mojada, le abrió las puertas del placer, hizo que besara sus pechos y cada recoveco de su ser, no tardaron en llegar los besos y mordiscos que trataban de apaciguar sus gemidos.
Nunca una primera vez fue tan dulce, tan fluida y con la experiencia de roces, cuerpos anteriores pero con la espera de una verdadera primera vez.